Su mirada curiosa seduce cuando te encuentra y se asoma en ella un alma que no se rinde nunca, que encuentra el paraíso en medio de la tierra arrasada y el oasis cuando atraviesa un desierto, un alma antigua que está de paso, camino de su destino. Camina con tozudos pasos hacia adelante sin detenerse. Brotan flores en los surcos que dejan sus zapatos y los árboles se estiran al sentir su presencia y las piedras cuentan historias por donde pasa.
Por eso, si alguna vez lo encuentras, con mirada ausente y gesto cansado, no te equivoques ofreciéndote a llevarle la mochila. Será él, quien sin darte cuenta cargará con tu equipaje y frenará su paso mientras compartís trayecto y cuando se despida para siempre lo hará como si fuera a volver mañana. Después, cuando su calidez se aleje y el frío te haga encogerte y guardar las manos, te preguntarás en qué momento puso esas cerillas en tu bolsillo y te lamentarás por no haber podido seguirle el paso, mientras tratas de encender un fuego que vuelva a calentarte el corazón.
Noviembre 2014