En este rincón del mundo, tenemos un tesoro que es el clima. Cuatro estaciones de verdad. A veces se montan unas en otras, o se cuela una en el espacio de la de al lado, pero básicamente fluyen una tras otra a lo largo del año. En el mismo sitio en el que te abrasas un día de verano, unos meses más tarde puedes hacer un muñeco de nieve. Tenemos días lluviosos, soleados, calurosos, templados, fríos, gélidos, nevosos, nubosos, claros y tormentosos. Una variedad que aporta estímulo, magia y energía vibrante. Un tesoro que la Naturaleza nos regala y que no valoramos. Calificamos los días en buenos y malos. Nos gusta cambiar de ropa, de coche, de móvil y nos quejamos cuando acaba el verano, cuando el día se acorta, cuando llueve, cuando hace frio, cuando hace calor, cuando nieva y cuando no nieva. Creo que todas las quejas que le dedicamos a la climatología son quejas e insatisfacciones con nuestra vida personal. La Naturaleza nos pone en sintonía con un estímulo esencial que es inherente a la vida, el cambio y los ciclos. Y ahí estamos nosotros, resistiéndonos al fluir de la vida…quejándonos.
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<span>QUE NIEVE</span> –
<span>(c)</span> –
<span>Montse Baines Pilart</span>
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