Estar sólo se había convertido en una necesidad. Así que agradeció la marcha de Rocky y durante horas su cerebro deambuló de un pensamiento a otro, mientras su cuerpo lo hacía por la casa, anclado aún al eco de las recientes conversaciones y a los intensos momentos de los últimos días. Necesitaba ya desconectarse de Rocky y volver a conectarse consigo mismo. Sabía que era cuestión de tiempo, que un día más y se levantaría ya descontaminado y libre. Pero por ahora, aún no era así. Recolocar las emociones y los sentimientos era la tarea que le quedaba siempre tras la visita de varios días de algún amigo. Una resaca emocional que había que pasar. Sentía una sensación de vacío y saciedad a la vez. Era normal? Se sentía sin energía, como si Rocky se la hubiera robado y sentía sobre todo que había perdido la estabilidad que tenía la semana anterior. Lejos de pensar en las razones e investigar en sus emociones, sólo quería distraerse con algo íntimo y suyo que no estuviera contaminado. Pero, qué le quedaba limpio de aromas o ecos ajenos?
Además estaban todos los asuntos de los que no se había ocupado en la semana anterior y tenía que resolver. Se sentía incapaz de abordarlos y decidió que lo haría por la mañana, cuando se sintiera mejor.
Le asaltó un pensamiento sobre su trabajo y sintió una punzada de angustia en el estómago. Se dio cuenta de que iba a tomar una decisión trascendental, sin haberlo previsto, sin que nada lo indicara una semana antes. Y sintió a su pesar, que estaba tomando esa decisión, desde su malestar y su bajo estado anímico. Empezó a imaginar cómo iba a ser su vida, tras hacer lo que estaba pensando hacer. Pero le dolía la cabeza, así que se tumbó en el sofá, encendió la tele para que le impidiera entrar en un estado de pensamiento lúcido y se dejó adormecer.
Hacía diez años que se había separado. Su hija Sara, de diecisiete años vivía con su expareja, no lejos de él, en la casa que ellos habían comprado cuando eran jóvenes y comenzaban a vivir juntos. Años más tarde, al separarse, Noelia se quedó con la casa, pagándole a él la mitad de su valor, de mutuo acuerdo y sin disputas legales.
El, había alquilado entonces, una vieja casa, un poco apartada del resto,, que contaba además con un pequeño terreno, al que podía acceder desde la cocina. La casa tenía en la planta baja, además de la cocina y un salón, un cuarto de baño y una estancia grande, que llamaba el taller. En la planta de arriba, había dos grandes habitaciones y dos más pequeñas, además de un cuarto de baño antiguo. Era luminosa y fría también. No contaba con calefacción