Atrapadas en el pozo de la emoción, a veces mis palabras se vuelven impuntuales y al fin, las dejo escritas, sin pronunciarlas.
Tu suerte es creer en mí, no porque lo merezca, sino por lo que mientras tanto, la vida te regala.
Mi suerte es que tú entiendes mis palabras, cuando están secas, cuando están mojadas, cuando llegan tarde y cuando no son pronunciadas. Y aquí, entre la emoción y la intuición es donde late nuestra amistad jurada.
Tú sigue creyendo en mí y nuestra amistad seguirá latiendo en mis palabras.
1 de Noviembre del 2015