Hoy he encontrado que tenía el armario revuelto y los calcetines desemparejados. No he sabido en qué momento se había alborotado todo. Me sentía incapaz de poner orden. Me ha entrado la parálisis. No sabía si empezar por la ropa interior o por los calcetines, si ordenar las camisetas por la largura de las mangas o por colores, ni si quedarme sólo con el único cinturón que me puedo atar, o guardarlos todos por si las cosas vuelven a su cauce.
Se me antojaba una tarea inabordable. Le he pedido ayuda a una amiga. Le he mostrado sin pudor todas mis prendas.Se ha percatado de que predominaba el color rojo. Hemos abordado las pilas desmoronadas separando lo que ya no sirve pero me daba pena tirar. En los cajones, algún calcetín roto. He tenido la duda de siempre, si conservar un par de calcetines en el que uno está nuevo y el otro tiene un agujero. Finalmente los he sacado del armario.Los cajones y las gradas ya tienen cierto orden y el color rojo ha quedado más equilibrado a la vista. Ahora tengo tendido en un banco todo lo que debo revisar y dar un nuevo sitio o desecharlo. Las decisiones tengo que tomarlas yo. Me lo quedo mirando. Hay mucho rojo.
Gracias, mi querida amiga, por la cariñosa y aguda mirada con la que me has ayudado a ordenar mi cabeza.